
Nacimiento: 5 de Noviembre de 1883
Panamá, Panamá.
Fallecimiento: 2
de Marzo de 1940 (56 años)
Panamá, Panamá.
Nacionalidad:
Panameño.
Ocupación: Escritor y Poeta.
Movimiento: Modernismo
El gran poeta
nacional de Panamá nació en la capital de la República el 5 de noviembre de
1883. Huérfano de padre desde muy niño, a los quince años fue a estudiar a
Bogotá en el Colegio Menor del Rosario. Cinco meses estudia pintura. Sus
estudios los interrumpe la revolución colombiana de 1899. Conoce en Panamá los
días del Canal, bajo construcción francesa, y el horizonte que abre para su
generación la independencia de Colombia en 1903. Publica sus primeros versos en
El Heraldo del Istmo, de los modernistas. Se casa en 1906. Al año siguiente
lanza la revista Nuevos Ritos, prolongación del "EL Heraldo del
Istmo", revista que mantuvo por espacio de una década. Entonces conoció a
Rubén Darío, que paso por Panamá. Editó su primer libro en 1908.
En 1917 fue nombrado Secretario de la Gobernación de Colón, y al mismo tiempo publicó La Leyenda del Pacífico, poema vinculado a la tradición hispanista. La administración del Presidente Belisario Porras lo encargó en 1919 de la dirección de los Archivos Nacionales, cargo que ocupó hasta 1927. En 1921 viajó a Perú, como miembro de la delegación panameña a las celebraciones del primer centenario de la independencia de esa nación, y en 1922 regresó a Lima, curiosamente, como representante de un equipo de boxeadores. En 1922 publicó su segunda novela, Flor de María. En 1926, la Academia Panameña de la Lengua, recién instalada, lo nombró Secretario Perpetuo. Durante el período siguiente, editó una selección de versos patrióticos y recitaciones escolares. En 1929 salió a la luz Caminos silenciosos, poemario breve, pero esencial.
En el mismo año dio a conocer El poema de la reencarnación. En 1937 -año en que Rodrigo Miró escribió un ensayo sobre su padre, incluido y puesto al día en Teoría de la Patria-, fue publicado el volumen Antología poética: 1907-1937, que recogía buena parte de la obra de Ricardo Miró. Con el seudónimo de Juan Franco, sirvió la columna De postres, en El Diario de Panamá Moisés Chong Marín, filósofo panameño, explica en su ensayo Estudio filosófico sobre el poema Patria de Ricardo Miró, las razones de que esa obra haya arraigado en la conciencia colectiva del pueblo panameño.
Mediatizada la alegría de considerarse nativo de un país independiente por la relación de Panamá con Estados Unidos, lo cierto es que, por más de setenta y cinco años, el poema Patria ajustó el modo de pensar del pueblo al estar vinculado necesariamente a la Zona del Canal, y se mantuvo vivo y fuerte en la memoria popular de los negros y los blancos, de los cholos y los no tan cholos, de los indios y los hijos de los chinos, los hebreos, los italianos, los españoles, los griegos, los hindúes, los caribeños e, incluso, los estadounidenses que asistieron a las escuelas panameñas, en donde se enseñó con veneración. Rodrigo Miró informa en su ensayo Introducción a la obra poética de Ricardo Miró que, como director de Nuevos Ritos, el poeta tuvo que ser también cuentista, crítico y corrector de pruebas.
La poesía de Ricardo Miró es de muy alta calidad, más allá de su significación social y política, como comunicación artística que interpreta el paisaje -particularmente el vespertino o el nocturno-, el amor, la mujer, la solidaridad humana, la cultura hispánica, del modo que su formación y su experiencia le exigían. Es un poeta hondo y auténtico, que reflexiona en los grandes temas que angustian al hombre: la eternidad, el transcurso del tiempo y de los siglos, dentro de una atmósfera expectante. Sus sonetos son, igualmente, modelos de la forma.
Trayectoria Laboral
Según informan algunos de sus biógrafos, ya en Panamá trabajó y tomó clases con el fotógrafo Carlos Endara, y, más tarde, se incorporó al batallón Colombia, en el cual estuvo inscrito hasta la víspera de la separación. Después de 1903 ocupó varios cargos en el servicio civil. Entonces emergió su vocación poética, y abandonó su anterior afición por la pintura. En 1904, con la publicación de El Heraldo del Istmo, dirigido por Guillermo Andreve, se ofrecía a los intelectuales un espacio para publicar y para conocer las publicaciones extranjeras, capaz de incentivar a un artista como Miró. En noviembre de 1904, Miró recibió nuevo estímulo, pues triunfó, con tres sonetos patrióticos, en un concurso organizado por El Heraldo del Istmo.
En 1906 contrajo matrimonio con Isabel Grimaldo Jaén, y al año siguiente estrenó la revista Nuevos Ritos, dirigida por él; fue nombrado funcionario en la Secretaría de Instrucción Pública, trabó relación con Rubén Darío -quien visitó Panamá en varias ocasiones- y celebró con sus coetáneos la constitución del Ateneo de Panamá. En 1908 vio la luz su primer libro, Preludios, y el gobierno lo nombró en su representación diplomática en Londres, aunque no viajó a Inglaterra (sin que se conozcan las causas), sino que ocupó un consulado de la República. Vivió en Barcelona, donde frecuentó a intelectuales, y escribió su célebre poema Patria (1909).
Obras
- · Preludios (1908).
- · Segundos preludios (1916).
- · La leyenda del Pacífico (1919).
- · Flor de María (1922).
- · Versos patrióticos y recitaciones escolares (1925).
- · Caminos silenciosos (1929).
- · El poema de la reencarnación (1929).
Poesías
- · ¿Amor?
- · Tus Ojos
- · En Espera del Ideal
- · Las Garzas
- · Las Guacamayas
- · La Ultima Gaviota (1905)
- · Patria (1909)
- · Yo Estoy Enfermo de Soledad (1914)
- · La Canción del Marinero
- · En la Alta Noche
- · Blasón (1914)
- · Versos al Oído de Lelia (1914)
- · La Leyenda del Pacifico (1917)
- · A Portobelo (1918)
- · Vespertina (1919)
- · Similitudes (1921)
- · Garzas Cautivas (1926)
- · El Poema Divino
- · Soneto Del Atardecer
- · Mujer Romántica
- · Melancolía
- · Patria de mis Amores
- · Himno Del Instituto Nacional
- · Plazo Fatal
- · Primer Nocturno
También escribió el himno del Instituto Nacional:
Himno Del Instituto Nacional
Coro
Tranquila a la falda paterna del Ancón
se yergue la mole de un templo del saber,
en donde se funden los hombres que han de ser
I
Dos esfinges vigilan la entrada
con un gesto glorioso y audaz,
y algún día sus labios de bronce
la palabra suprema dirán.
II
En los quietos aleros anidan
las palomas emblemas de paz,
y en las aulas se mueven febriles
mil halcones que ya volarán.
Algunas poesías de Ricardo Miró:
La Última
Gaviota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.
Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.
De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.
Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.
Patria
¡Oh Patria tan pequeña, tendida
sobre un Istmo
en donde es más claro el cielo y
más brillante el sol,
En mi resuena toda tu música, lo
mismo
que el mar en la pequeña celda
del caracol!
Revuelvo la mirada y a veces
siento espanto
cuando no veo el camino que a ti
me ha de tornar...
¡quizás nunca supiera que te
quería tanto
si el Hado no dispone que
atravesara el mar!
La Patria es el recuerdo...
pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de
dolor;
la palma rumorosa, la música
sabida,
el huerto ya sin flores, sin
hojas, sin verdor
La Patria son los viejos senderos
retorcidos
que el pie desde la infancia sin
tregua recorrió
en donde son los árboles,
antiguos conocidos
que al paso nos conversan de un
tiempo que pasó
En vez de esas soberbias torres
con áurea flecha,
en donde un sol cansado se viene
a desmayar,
dejadme el viejo tronco, donde
escribí una fecha
donde he robado un beso , donde
aprendí a soñar
¡Oh, mis vetustas torres,
queridas y lejanas
yo siento la nostalgia de vuestro
repicar!
he visto muchas torres, oí muchas
campanas,
pero ninguna supo. ¡torres mías
lejanas!
cantar como vosotras, cantar y
sollozar.
La Patria es el recuerdo...
pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de
dolor;
la palma rumorosa, la música
sabida,
el huerto ya sin flores, sin
hojas, sin verdor
¡Oh Patria tan pequeña que cabes
toda entera
debajo de la sombra de nuestro
pabellón
quizás fuiste tan chica para que
yo pudiera,
llevarte por doquiera dentro del
corazón!
El poema del ruiseñor
el dulce
ruiseñor canta a la luna
y la invita a
bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto
amor tan sin fortuna…,
y eso que el
ruiseñor, en un descuido,
puede llegar
volando hasta la luna.
Envuelto entre
la luz embrujadora
da al viento el
ruiseñor todas las galas
que su garganta
mágica atesora;
y la luna se
vuelve toda escalas
de seda y luz…
(La luna diz que ignora
que su dulce
cantor tiene dos alas…)
Calla el agua en
los claros surtidores,
se aduermen los
arroyos cristalinos
y se despiertan
a escuchar las flores.
Astro y pájaro,
a un tiempo, están divinos…
y ella baja
hasta él vuelta fulgores,
y él asciende
hasta ella vuelto trinos…
Lleno de sombra
y de quietud, como una
pupila abierta
al cielo indiferente,
un retazo
perdido de laguna
sueña en la
fronda del jardín… Presiente
la pálida
belleza de la luna
aquel espejo
claro y transparente.
El ruiseñor
solloza dolorido
envuelto entre
la luz embrujadora
cuando calla, de
pronto sorprendido,
porque desde la
rama en donde llora
advierte que la
luna se ha caído
y flota sobre el
agua onduladora.
Calla el agua en
los claros surtidores,
se aduermen los
arroyos cristalinos
y se despiertan
a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a
un tiempo, están divinos…
y ella asciende
hasta él vuelta fulgores,
y él desciende
hasta ella vuelto trinos.
El pájaro
suplica, impreca y canta,
mientras se
multiplica a maravilla
la flauta de su
eclógica garganta…
y salta alegre
al ver cómo se humilla
la luna, que
corriendo tras su planta
se viene sobre
el agua hasta la orilla…
Ante el dulce
deliquio que le miente
la luna, riendo
en el cristal del lago,
loco de amor el
ruiseñor se siente,
y respondiendo
al amoroso halago,
hunde el pico en
el agua transparente
y se bebe la
luna trago a trago.
A Portobelo
jardín de
recuerdos, ciudad noble y fiel:
bajo tus espesas
cortinas de yedra
dormita un
pasado de eterno laurel.
En tu
indiferencia grave y pensativa
no hay una
pulgada donde no se advierta
el mundo
vestigio de una historia muerta
o la roja llama
de una gloria viva.
Pasaron los
tiempos del real decoro,
la galantería,
el fausto español,
cuando
resbalaban las galeras de oro
como graves
cisnes del País del Sol.
Hoy, rompiendo
apenas tu bahía mágica
-restos que un
naufragio dejara al azar-,
un mástil, a
modo de una mano trágica,
asoma, crispado,
del fondo del mar.
¡Oh, tus
fortalezas...! En épicas ruinas
se yerguen
luchando con su aciaga suerte,
y ya sólo rompen
su quietud de muerte,
para hacer sus nidos
las aves marinas.
Tus viejos
cañones que de cumbre en cumbre
llevaron sus
ecos por el vasto mar,
hoy duermen,
cubiertos de olvido y herrumbre,
soñando que se
oyen de nuevo tronar.
En las medias
noches tétricas y oscuras
vagan por tus
calles sombras y visiones,
se escuchan
murmullos, se oyen oraciones,
salidos, quién
sabe, de qué sepulturas.
Y en las noches
fúlgidas de nácar y luna
flotan sobre el
ala tenue de las brisas
canciones y
notas, palabras y risas
que turban en
ecos tu quieta laguna.
Portobelo
ilustre, patrio orgullo viejo,
jardín florecido
de eterno laurel:
hoy sólo te
queda tu mar, limpio espejo,
que te dice
cosas que saben tú y él.
Por tu bella
historia, roja y estupenda,
por tu breve
vida de fausto y dolor,
eres, Portobelo,
ciudad de leyenda,
ciudad de
recuerdos y ciudad de amor.
Versos al Oído de Lelia
del bosque
secular se esconde un nido
o una dulce
pareja que se ama;
cada una rosa
del rosal resume
un corazón,
feliz o dolorido,
que de amor en
la brisa se consume;
la estrella que
nos manda sus reflejos
no hace más que
volver con su luz pura
los besos que le
envían desde lejos...
Todo tiembla de
amor..., hasta la piedra
a veces se
estremece de ternura
y se vuelve un
jardín bajo la yedra...
* * *
No importa ser
mujer o ser paloma,
ser rosa de
Amatonte, estrella o paloma;
importa tener
alma y dar esa alma
en risas, en
fulgores o en aroma.
Triunfa el amor
sobre la muerte. Nacen
las rosas para
amar y hasta las rosas,
cuando al
viento, marchitas, se deshacen,
se vuelven un
tropel de mariposas.
Suspiro en un
anhelo que, escapado
del corazón, se
va a volar errante
buscando una
ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de
luz que está delante...
Pues bien, la
brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir
su pensamiento
la interminable
tropa de suspiros
que viaja en
cada ráfaga de viento...
Tú, que tienes
los ojos soñadores
como una noche
tropical, asoma
tu corazón a
todos los amores
y sé estrella,
sé flor o sé paloma,
y ya verán tus
ojos asombrados,
ante la tarde
que en el mar expira,
cuán hermosa es
la tarde, si se mira
con dos ojos que
están enamorados.
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