jueves, 3 de noviembre de 2016

Ricardo Miró

                                                                             

Nacimiento: 5 de Noviembre de 1883 
                      Panamá, Panamá.

Fallecimiento: 2 de Marzo de 1940 (56 años)
                          Panamá, Panamá.

Nacionalidad: Panameño.

Ocupación:  Escritor y Poeta.

Movimiento: Modernismo


El gran poeta nacional de Panamá nació en la capital de la República el 5 de noviembre de 1883. Huérfano de padre desde muy niño, a los quince años fue a estudiar a Bogotá en el Colegio Menor del Rosario. Cinco meses estudia pintura. Sus estudios los interrumpe la revolución colombiana de 1899. Conoce en Panamá los días del Canal, bajo construcción francesa, y el horizonte que abre para su generación la independencia de Colombia en 1903. Publica sus primeros versos en El Heraldo del Istmo, de los modernistas. Se casa en 1906. Al año siguiente lanza la revista Nuevos Ritos, prolongación del "EL Heraldo del Istmo", revista que mantuvo por espacio de una década. Entonces conoció a Rubén Darío, que paso por Panamá. Editó su primer libro en 1908.

En 1917 fue nombrado Secretario de la Gobernación de Colón, y al mismo tiempo publicó La Leyenda del Pacífico, poema vinculado a la tradición hispanista. La administración del Presidente Belisario Porras lo encargó en 1919 de la dirección de los Archivos Nacionales, cargo que ocupó hasta 1927. En 1921 viajó a Perú, como miembro de la delegación panameña a las celebraciones del primer centenario de la independencia de esa nación, y en 1922 regresó a Lima, curiosamente, como representante de un equipo de boxeadores. En 1922 publicó su segunda novela, Flor de María. En 1926, la Academia Panameña de la Lengua, recién instalada, lo nombró Secretario Perpetuo. Durante el período siguiente, editó una selección de versos patrióticos y recitaciones escolares. En 1929 salió a la luz Caminos silenciosos, poemario breve, pero esencial.
En el mismo año dio a conocer El poema de la reencarnación. En 1937 -año en que Rodrigo Miró escribió un ensayo sobre su padre, incluido y puesto al día en Teoría de la Patria-, fue publicado el volumen Antología poética: 1907-1937, que recogía buena parte de la obra de Ricardo Miró. Con el seudónimo de Juan Franco, sirvió la columna De postres, en El Diario de Panamá Moisés Chong Marín, filósofo panameño, explica en su ensayo Estudio filosófico sobre el poema Patria de Ricardo Miró, las razones de que esa obra haya arraigado en la conciencia colectiva del pueblo panameño.

Mediatizada la alegría de considerarse nativo de un país independiente por la relación de Panamá con Estados Unidos, lo cierto es que, por más de setenta y cinco años, el poema Patria ajustó el modo de pensar del pueblo al estar vinculado necesariamente a la Zona del Canal, y se mantuvo vivo y fuerte en la memoria popular de los negros y los blancos, de los cholos y los no tan cholos, de los indios y los hijos de los chinos, los hebreos, los italianos, los españoles, los griegos, los hindúes, los caribeños e, incluso, los estadounidenses que asistieron a las escuelas panameñas, en donde se enseñó con veneración. Rodrigo Miró  informa en su ensayo Introducción a la obra poética de Ricardo Miró que, como director de Nuevos Ritos, el poeta tuvo que ser también cuentista, crítico y corrector de pruebas.
La poesía de Ricardo Miró es de muy alta calidad, más allá de su significación social y política, como comunicación artística que interpreta el paisaje -particularmente el vespertino o el nocturno-, el amor, la mujer, la solidaridad humana, la cultura hispánica, del modo que su formación y su experiencia le exigían. Es un poeta hondo y auténtico, que reflexiona en los grandes temas que angustian al hombre: la eternidad, el transcurso del tiempo y de los siglos, dentro de una atmósfera expectante. Sus sonetos son, igualmente, modelos de la forma.

Trayectoria Laboral 
Según informan algunos de sus biógrafos, ya en Panamá trabajó y tomó clases con el fotógrafo Carlos Endara, y, más tarde, se incorporó al batallón Colombia, en el cual estuvo inscrito hasta la víspera de la separación. Después de 1903 ocupó varios cargos en el servicio civil. Entonces emergió su vocación poética, y abandonó su anterior afición por la pintura. En 1904, con la publicación de El Heraldo del Istmo, dirigido por Guillermo Andreve, se ofrecía a los intelectuales un espacio para publicar y para conocer las publicaciones extranjeras, capaz de incentivar a un artista como Miró. En noviembre de 1904, Miró recibió nuevo estímulo, pues triunfó, con tres sonetos patrióticos, en un concurso organizado por El Heraldo del Istmo. 
 En 1906 contrajo matrimonio con Isabel Grimaldo Jaén, y al año siguiente estrenó la revista Nuevos Ritos, dirigida por él; fue nombrado funcionario en la Secretaría de Instrucción Pública, trabó relación con Rubén Darío -quien visitó Panamá en varias ocasiones- y celebró con sus coetáneos la constitución del Ateneo de Panamá. En 1908 vio la luz su primer libro, Preludios, y el gobierno lo nombró en su representación diplomática en Londres, aunque no viajó a Inglaterra (sin que se conozcan las causas), sino que ocupó un consulado de la República. Vivió en Barcelona, donde frecuentó a intelectuales, y escribió su célebre poema Patria (1909). 


Obras
  • ·         Preludios (1908).
  • ·         Segundos preludios (1916).
  • ·         La leyenda del Pacífico (1919).
  • ·         Flor de María (1922).
  • ·         Versos patrióticos y recitaciones escolares (1925).
  • ·         Caminos silenciosos (1929).
  • ·         El poema de la reencarnación (1929).

 Poesías


  • ·         ¿Amor?
  • ·         Tus Ojos
  • ·         En Espera del Ideal
  • ·         Las Garzas
  • ·         Las Guacamayas
  • ·         La Ultima Gaviota (1905)
  • ·         Patria (1909)
  • ·         Yo Estoy Enfermo de Soledad (1914)
  • ·         La Canción del Marinero
  • ·         En la Alta Noche
  • ·         Blasón (1914)
  • ·         Versos al Oído de Lelia (1914)
  • ·         La Leyenda del Pacifico (1917)
  • ·         A Portobelo (1918)
  • ·         Vespertina (1919)
  • ·         Similitudes (1921)
  • ·         Garzas Cautivas (1926)
  • ·         El Poema Divino
  • ·         Soneto Del Atardecer
  • ·         Mujer Romántica
  • ·         Melancolía
  • ·         Patria de mis Amores
  • ·         Himno Del Instituto Nacional
  • ·         Plazo Fatal
  • ·         Primer Nocturno

También escribió el himno del Instituto Nacional:


Himno Del Instituto Nacional

Coro
Tranquila a la falda paterna del Ancón
se yergue la mole de un templo del saber,
en donde se funden los hombres que han de ser
Resultado de imagen de insignia del instituto nacional de panamacariátides de bronce de nuestra nación.
I
Dos esfinges vigilan la entrada
con un gesto glorioso y audaz,
y algún día sus labios de bronce
la palabra suprema dirán.

II
En los quietos aleros anidan
las palomas emblemas de paz,
y en las aulas se mueven febriles
mil halcones que ya volarán.




Algunas poesías de Ricardo Miró:



La Última Gaviota


Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.

Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.

De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.

Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.



Patria



¡Oh Patria tan pequeña, tendida sobre un Istmo
en donde es más claro el cielo y más brillante el sol,
En mi resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!

Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar...
¡quizás nunca supiera que te quería tanto
si el Hado no dispone que atravesara el mar!

La Patria es el recuerdo... pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor

La Patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie desde la infancia sin tregua recorrió
en donde son los árboles, antiguos conocidos
que al paso nos conversan de un tiempo que pasó

En vez de esas soberbias torres con áurea flecha,
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco, donde escribí una fecha
donde he robado un beso , donde aprendí a soñar


¡Oh, mis vetustas torres, queridas y lejanas
yo siento la nostalgia de vuestro repicar!
he visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo. ¡torres mías lejanas!
cantar como vosotras, cantar y sollozar.

La Patria es el recuerdo... pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor

¡Oh Patria tan pequeña que cabes toda entera
debajo de la sombra de nuestro pabellón
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera,

llevarte por doquiera dentro del corazón!





El poema del ruiseñor


 Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna…,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.

Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor todas las galas
que su garganta mágica atesora;
y la luna se vuelve toda escalas
de seda y luz… (La luna diz que ignora
que su dulce cantor tiene dos alas…)

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos…

Lleno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín… Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.

El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla, de pronto sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.

El pájaro suplica, impreca y canta,
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eclógica garganta…
y salta alegre al ver cómo se humilla
la luna, que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla…

Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo en el cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.



A Portobelo


Portobelo ilustre, léxico de piedra,
jardín de recuerdos, ciudad noble y fiel:
bajo tus espesas cortinas de yedra
dormita un pasado de eterno laurel.

En tu indiferencia grave y pensativa
no hay una pulgada donde no se advierta
el mundo vestigio de una historia muerta
o la roja llama de una gloria viva.

Pasaron los tiempos del real decoro,
la galantería, el fausto español,
cuando resbalaban las galeras de oro
como graves cisnes del País del Sol.

Hoy, rompiendo apenas tu bahía mágica
-restos que un naufragio dejara al azar-,
un mástil, a modo de una mano trágica,
asoma, crispado, del fondo del mar.

¡Oh, tus fortalezas...! En épicas ruinas
se yerguen luchando con su aciaga suerte,
y ya sólo rompen su quietud de muerte,
para hacer sus nidos las aves marinas.

Tus viejos cañones que de cumbre en cumbre
llevaron sus ecos por el vasto mar,
hoy duermen, cubiertos de olvido y herrumbre,
soñando que se oyen de nuevo tronar.

En las medias noches tétricas y oscuras
vagan por tus calles sombras y visiones,
se escuchan murmullos, se oyen oraciones,
salidos, quién sabe, de qué sepulturas.

Y en las noches fúlgidas de nácar y luna
flotan sobre el ala tenue de las brisas
canciones y notas, palabras y risas
que turban en ecos tu quieta laguna.

Portobelo ilustre, patrio orgullo viejo,
jardín florecido de eterno laurel:
hoy sólo te queda tu mar, limpio espejo,
que te dice cosas que saben tú y él.

Por tu bella historia, roja y estupenda,
por tu breve vida de fausto y dolor,
eres, Portobelo, ciudad de leyenda,
ciudad de recuerdos y ciudad de amor.



Versos al Oído de Lelia


Oyeme, corazón. En cada rama
del bosque secular se esconde un nido
o una dulce pareja que se ama;

cada una rosa del rosal resume
un corazón, feliz o dolorido,
que de amor en la brisa se consume;

la estrella que nos manda sus reflejos
no hace más que volver con su luz pura
los besos que le envían desde lejos...

Todo tiembla de amor..., hasta la piedra
a veces se estremece de ternura
y se vuelve un jardín bajo la yedra...

* * *
No importa ser mujer o ser paloma,
ser rosa de Amatonte, estrella o paloma;
importa tener alma y dar esa alma
en risas, en fulgores o en aroma.

Triunfa el amor sobre la muerte. Nacen
las rosas para amar y hasta las rosas,
cuando al viento, marchitas, se deshacen,
se vuelven un tropel de mariposas.

Suspiro en un anhelo que, escapado
del corazón, se va a volar errante
buscando una ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de luz que está delante...

Pues bien, la brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir su pensamiento
la interminable tropa de suspiros
que viaja en cada ráfaga de viento...

Tú, que tienes los ojos soñadores
como una noche tropical, asoma
tu corazón a todos los amores
y sé estrella, sé flor o sé paloma,

y ya verán tus ojos asombrados,
ante la tarde que en el mar expira,
cuán hermosa es la tarde, si se mira
con dos ojos que están enamorados.








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